martes, 27 de septiembre de 2011

así es

Se mueven como si no se conocieran pero supieran que se dirigen al mismo sitio. Dos se pelean por el suelo, otro se columpia y se cae una y otra vez, otro está tirado en un banco de los que ocupan las madres durante el día para vigilar a sus niños mientras juegan, otro mira al cielo tumbado en la arena, otro está meando en las escaleras del tobogán. Cuando se mueven parecen un grupo de baile regional mal acompasado. Allá por donde pasan, cuando ya han pasado, dejan un lugar mudo, quieto, que por un momento ha estado lleno de gilipolleces, de insultos y vómitos.

Parece que el cielo aún no quiere clarearse. Ahora pasan por delante de la comisaría. «¡Comedme los cojones, hijos de puta!» grita uno de ellos; otro se baja los pantalones, se agacha y se separa con las manos las nalgas para que se le vea bien desde el edificio. Se cae al suelo. Todos se ríen y comienzan a tirarse al suelo a acompañarle. Reptan y gritan cosas indescifrables. Alguno más se baja los pantalones también. Uno se levanta y riendo corre con los pantalones bajados hacia otro y comienza a mearle encima. No se tiene mucho en pie; mientras el del suelo grita «¡hijoputa!» se cae sobre él, aún sin terminar la meada. Comienzan a pegarse; los otros se ríen.