jueves, 21 de enero de 2010

ahí está

Avanzaba a duras penas entre la maleza. Estaba exhausto; hacia algunos días que no comía nada normal. Me alimentaba de larvas que encontraba en los troncos podridos.
Allí abajo no se podía adivinar la hora del día que era. El sol se intuía, no se conseguía ver. Pero las noches sí se veían. Era terrible. Cuando conseguía encender un pequeño fuego creía ver bestias a mi alrededor. Cuando me rendía sin haberlo conseguido me parecía oírlas, me parecía olerlas. El día era sin sol; la noche era real, cruda.
Con la ropa desgarrada, moribundo, a mitad de camino entre la cordura y el manicomio; aquella mañana de jueves, entre machetazo y machetazo advertí las risas de unos niños. Era cierto. La pequeña aldea estaba allí, llena de vida.
Desde aquí ahora animo a los que no la buscaron a que lo hagan, y a los que no la encontraron a que no se rindan y lo sigan intentando.

2 comentarios:

Calcetín dijo...

me encanta, simplemente

D. Perucha dijo...

Gracias Calcetín